Guayasamin en Trujillo


“De la ira a la ternura” se llama la muestra gráfica del gran artista ecuatoriano que desde el viernes 12 de julio se exhibe en la Casa de la Emancipación de Trujillo en conmemoración al centenario de su nacimiento y a los 20 años de la desaparición física del destacado pintor, dibujante, escultor, grafista y muralista ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, de padre indígena de origen quechua y su madre Dolores Calero era mestiza. Su apellido en quechua significa ‘casa de la sabiduría’.


Se trata de una muestra compuesta de 37 gráficas en diferentes técnicas que resumen las distintas edades por las que atravesó la obra del maestro. Empezando por su visión crítica a la violencia entre los pueblos, conocida como “La edad de la ira”, la cual inició en los años 60 y que nunca finalizó pues nunca terminaron las conflagraciones (Fundación BBVA Perú).
Siempre voy a volver. Mantengan encendida una luz
Su pincel se convirtió en la fiel herramienta para colorear la amargura, el silencio, las lágrimas y todas las injusticias que sus ojos presenciaban. La denuncia social fue lo que caracterizó cada una de las obras, donde negro, cholo e indígena encontraron un espacio en el lienzo de Oswaldo Guayasamín (El Universo, Oswaldo Guayasamín, el maestro que le puso color a la ira).

Su primer encuentro con la crueldad de la vida, el azote de la violencia y la injusticia de los asesinatos, que le llena de ira y rebeldía el corazón, se plasma en el cuadro que titula "Los Niños Muertos" que recoge la brutal escena de un grupo de cadáveres amontonados en una calle de Quito, entre los que consta un chico de su barrio, su mejor amigo, de apellido Manjarrés, asesinado por una bala perdida (Capilla del Hombre).

De pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad fuimos testigos de la más inmensa miseria: pueblos de barro negro, en tierra negra, con niños embarrados de lodo negro; hombres y mujeres con rostros de piel quemada por el frío, donde las lágrimas estaban congeladas por siglos, hasta no saber si eran de sal o eran de piedra

De la Ira  a la ternura está constituida por piezas realizadas con las técnicas de serigrafía, litografía, aguafuerte y técnica mixta, y que permiten acercar al público al planteamiento artístico que Guayasamín mantuvo hasta el día de su muerte: la esperanza de un porvenir de unión y hermandad entre todos los pueblos de América (Fundación BBVA Perú).

Yo sé que los ejemplos de tortura física y mental, de crímenes cotidianos, son más o menos conocidos. Pero hay otra forma de tortura o crimen oficial, menos visible, menos conocida, pero más devastadora, que apunta al mismo objetivo: la destrucción de nuestro pueblos, aniquilando nuestra cultura, convirtiéndolos en consumidores de productos y conceptos elaborados a miles de kilómetros de nuestros países, en esa guerra total que el fascismo ha declarado, una vez más, a la cultura
Murió sin ver terminada una de esas dos grandes obras, su Capilla del hombre. Era más que un museo; quería construir un gran edificio de piedra que albergara sus creaciones por etapas. Su proyecto se hizo realidad tres años después de su fallecimiento, en 2002, de manos de sus allegados y con el impulso de la Unesco, que la declaró como "prioritaria para la Cultura" (El País, 20 años sin el pintor mestizo que deslumbró a Fidel y a Rockefeller).






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