El Camino a Guernica

Hasta la primera semana de septiembre se puede apreciar en el Museo nacional Reina Sofía de Madrid la muestra Piedad y terror en Picasso. En el sitio oficial del Museo se publica: “Formando parte de  esta exposición se presenta como contrapunto histórico a la muestra una selección de los resultados del proyecto de investigación Fondo Documental Guernica, referido al período 1937-1949. El propósito de este proyecto, iniciado en otoño de 2015, es reunir y estudiar la mayor documentación y referencias posibles (correspondencia, fotografías de instalación, documentos gráficos, audiovisuales, artes plásticas) en relación con la obra más emblemática de la Colección. Este fondo documental quiere contribuir a un conocimiento mayor del cuadro: su origen, las exposiciones en las que ha participado, el uso propagandístico que de él se ha hecho, así como su lugar dentro de la Historia del Arte. También muestra de qué modo Guernica supera su propia fisicidad y, en su reconocimiento, se hace inseparable su valor artístico del político”.



El mural «Guernica» fue adquirido a Picasso por el Estado español en 1937. Debido al estallido de la Segunda Guerra Mundial, el artista decidió que la pintura quedara bajo la custodia del Museum of Modern Art de Nueva York hasta que finalizara el conflicto bélico. En 1958 Picasso renovó el préstamo del cuadro al MoMA por tiempo indefinido, hasta que se restablecieran las libertades democráticas en España, regresando la obra finalmente a nuestro país en el año 1981 (Paloma Esteban Leal).

Cuando el Gobierno de la Segunda República encargó en 1937 un gran cuadro a Picasso, España se encontraba inmersa en la Guerra Civil que siguió al golpe de Estado llevado a cabo por un grupo de militares al mando del general Franco. Aquella pintura iba a destinarse al pabellón que representaría al país en la Exposition International des Arts et Techniques dans la Vie Moderne en París. Un pabellón que tenía, de hecho, algo de admonición para una Europa que ya conocía los totalitarismos, pero que aún distaba dos años de la Segunda Guerra Mundial. Por su parte Picasso, afincado en París desde comienzos de siglo y reconocido internacionalmente, era aclamado tanto por quienes se sentían deudores del vértigo vanguardista como por quienes apostaban por nuevos clasicismos. Un desasosiego que trenza lo personal y lo colectivo aflora, sin embargo, en sus obras de aquellos años, que él mismo calificó como “los peores de su vida”: la dureza de la década de los treinta amenazaba con arrollar la edad dorada de la modernidad (El País, 2017).



Pablo Picasso no conoció nunca Guernica. Nunca observó con sus propios ojos aquel infame poblado vasco inmerso en la tragedia. Nunca puso un pie sobre el sitio que el 26 de abril de 1937 fue bombardeado por la Legión Cóndor alemana durante la Guerra Civil Española. Pero su destino le conmovió. Vio en su devenir resumida toda la violencia, la volatilidad y la banalidad de las guerras desde el principio de los tiempos. Y puso manos a la obra (Infobae, 2017).

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